martes, 23 de octubre de 2007

Gamarra: Industria a todo trapo

CONCURSO DE BECAS BID AMÉRICA
En Lima, Perú, miles de pequeños empresarios le dan proyección mundial a la milenaria tradición textil de su país
Por Ana Cecilia Marín Arana, Universidad Particular de Chiclayo, Perú


En Perú, millones de puestos de trabajo se mueven al mecánico compás de una máquina de coser. La moda ya no es sólo aquella inexplicable fascinación con la que algunos se entregan al placer de revolver el clóset en busca de un atuendo distinto. Y aunque todavía muchos la vean como un tema banal, posee un enorme poder comercial que al Perú, entre alpacas y algodones, empieza a darle auspiciosos resultados.

“En lo que va del año, las exportaciones textiles y las confecciones se han incrementado en un 35%, pero si nos referimos a Estados Unidos, que es el gran mercado mundial, hay casi un 40% de incremento de exportaciones hasta el mes de agosto del 2004”, dice orgulloso el ingeniero José Alejandro González, presidente del Comité de Promoción de Exportaciones (Prompex). En Gamarra, una inmensa aglomeración de fábricas de confección y comercios textiles en las afueras de Lima, más de 14.000 empresarios se dedican al negocio de las prendas, generando unos 75,000 puestos de trabajo. Ese posicionamiento ha llevado a que, en los últimos años, prendas de manufactura peruana ganen un lugar en los escaparates de las mejores tiendas de modas del mundo. Para fines del 2004, se esperaba que las exportaciones totales en el sector superaran los 1.000 millones de dólares.

Quizá el mayor esfuerzo de Prompex por impulsar la industria nacional de la moda fue el lanzamiento, en abril pasado, de la marca Perú Moda, con la cual se organizó una feria internacional que trajo a Lima a más de 100 empresarios textiles de todo el mundo, además de un desfile con un grupo de diseñadores peruanos que trabajaron trajes con fibras de alpaca, y los algodones pima y tangüis.

“Son diseñadores a los que acogemos con la intención de formar una escuela, una corriente peruana que lleve la tradición del país, de sus fibras y que, al mismo tiempo, puedan lanzar una colección no precisamente de alta costura, pero que puedan formar parte de la vida cotidiana del consumidor de sectores medios y altos de mercados internacionales”, explica Teresa Ichikawa, gerente del sector Textil, Confecciones y Accesorios de Prompex.

Los triunfos no han sido pocos. En febrero pasado, el stand de Perú Moda fue premiado como el mejor de la feria Magic de Las Vegas, una de las ferias textiles más grandes del mundo. Mediante un trabajo conjunto con Condé Nast, la editorial de modas más importante del mundo, en agosto del 2004 se editó junto a la revista Vogue un catálogo de moda peruana llamado Perú Fashion. La segunda edición se esperaba para noviembre. Vogue tiene un cuarto de millón de lectores solo en el mercado hispano.


Aunque hasta el momento el trabajo ha sido principalmente con diseñadores y empresarios de trayectoria reconocida, Prompex también ofrece talleres de implementación de prácticas en manufactura y mercadotecnia a los pequeños y medianos empresarios del ramo textil. “Las ofertas tienen que ser continuadas, consistentes en calidad y con entregas a tiempo. Si así no sucede, no habrá éxito. La idea es que se logre consolidar una oferta exportable, que sus productos superen la calidad del promedio mundial”, sentencia González. Según él, eso debería llevar a que la industria textil nacional supere “lo que se nos viene, porque el próximo año Estados Unidos suprimirá las cuotas textiles asiáticas [medida que beneficiará a productores chinos]. Y vamos a tener que saber enfrentar esa disminución. Quizá ser diferentes y no del montón nos permita sobrevivir”, concluye.

Desde otro extremo de la ciudad, Diógenes Alva, presidente de la Coordinadora de Empresarios de Gamarra —un imperio textil que moviliza alrededor de 3 millones de dólares diarios— considera que la única defensa segura frente a las importaciones chinas a precios bajísimos y al contrabando (tanto de ropa nueva como usada) es la capacitación. “Estamos preparándonos y capacitándonos, nos hemos asociado con Adex (Asociación de Exportadores) para poder alcanzar un Tratado de Libre Comercio (TLC), que es la única esperanza que nos queda para poder desarrollarnos. No queremos tecnología de punta, la gente necesita que le cambies de mentalidad, hacer consorcios y cadenas productivas”, dice con la seguridad de quien tiene 38 años en el negocio.

Y muchos jóvenes empresarios lo están entendiendo así. Rosario Guizado, hija de una de las familias empresarias más antiguas de Gamarra y miembro del comité Pyme Adex que hace poco estuvo en Puerto Rico negociando un TLC, explica que el éxito que se tenga en esas negociaciones “depende mucho de nosotros mismos: tenemos que llevar buenos productos y encontrar un mercado”, comenta.

El intento por mejorar la competitividad se está impulsando en Gamarra a través de talleres de asociatividad y normalización. La asociatividad intenta lograr que los empresarios se unan para alcanzar metas comunes, como facilitar las negociaciones de compras de telas e insumos, mientras que la normalización hace posible que el largo de una manga de camisa talla small sea el mismo en todas las tiendas de Gamarra. Es un paso previo para llegar a estándares más exigentes como el ISO 9000.

Lo cierto es que, en Gamarra, la mayoría de confeccionistas todavía hace diseños importados a los que luego colocan marcas internacionales. Pero unos cuantos, como Fortunato Huamán, dueño de la marca de ropa femenina Vané, apuestan por la marca propia. En sólo diez años, Fortunato pasó de ser un vendedor ambulante de polos a tener un taller con quince máquinas industriales, cinco tiendas en Gamarra y dos en provincias, además de exportar su ropa a Ecuador.

“Yo no tuve una persona que me diga que haga esto, me hice en esto”, dice Huamán. “Tengo una diseñadora que se dedica a hacer un catálogo de modelos, pero antes trabajaba con 35 personas, ahora tengo sólo 17 porque el contrabando ha hecho que bajen las ventas”, cuenta frente a una de sus tiendas. En los estantes se venden jeans y blusas de las marcas Vané y Nice: “Es una marca para distintos tipos de mercado. Vané es un poquito más cara porque se hace con tela nacional y Nice más barata, porque la tela es importada”, explica.

De trapos y trapitos. Como directora del CEAM (Centro de Altos Estudios de la Moda) organizadora en el Perú del concurso Jóvenes Creadores de la Moda, Norka Peralta sabe del prestigio que los diseños peruanos comienzan a ganar en el mundo: este año el premio del concurso se lo llevó la peruana Claudia Bertolero con una colección inspirada en el caballo de paso peruano. “Ahora es más clara la necesidad de diseñadores jóvenes como alternativa para el mercado de ropa distinta y juvenil y para diferenciarse de la oferta uniformada de los grandes almacenes”, dice Perlata.

Pepe Corzo, diseñador con trece años de experiencia repartidos entre el trabajo en vestuarios para teatro, en desfiles presentados alrededor del mundo y como director de arte de catálogos y comerciales de televisión, le hace eco a Peralte. “Aquí está apareciendo la moda partiendo no de grandes almacenes y grandes tiendas de alta costura, sino la moda como la respuesta de los diseñadores jóvenes que están vistiendo a la gente de la calle”, sentencia.


Para él, una de las mayores dificultades que deben enfrentar los diseñadores nacionales es “que los grandes almacenes traigan ropa de Hong Kong y Shangai, que son copias de la ropa que está de moda en Nueva York, a precios tan baratos y de tan mala calidad, que es imposible competir. A mí jamás se me ocurriría poner mi ropa ahí para que los precios me los tiren al piso”, comenta.
Quizá se deba a esa razón el que casi ningún diseñador peruano reconocido, salvo Ani Álvarez Calderón con su línea Aniac, piense en hacer colecciones más económicas que vayan con la filosofía de un gran almacén. Y la prisa de los empresarios de Gamarra por modernizarse estrenando tarjetas de crédito y food courts: ya no les basta con vender ropa barata para captar clientes.

Pero aunque inmersos en una misma industria nacional, los mercados a los que apuntan imperios microempresariales como Gamarra y la ropa hecha por diseñadores de modas son totalmente diferentes. “Cada uno tiene su rollo. Los de Gamarra piensan en exportar en cantidades industriales. Un diseñador piensa en hacer tres cositas pero que sean auténticas. Son dos cosas distintas. Una es ropa creativa y otra es ropa copiada: ninguna es mejor que la otra”, opina Corzo.

Con seis años de existencia, el CEAM es el primero centro de estudios en otorgar un nivel profesional a la enseñanza de la carrera de diseño de modas. Sus cerca de 200 alumnos reciben clases que combinan el dibujo con cursos de administración de empresas y talleres de confección que duran tres años con la posibilidad de hacer un año de estudios en una escuela asociada de Italia.

“Ahora hay más oportunidades, los chicos pueden presentarse a concursos de diseñadores y participan en los backstages de desfiles, porque tenemos contactos con diseñadores”, explica el profesor de dibujo Eduardo Fossa en el CEAM. Junto a él, la ex Miss Perú Claudia Ortiz de Cevallos traza delicadas líneas con grafito. “Lo mío viene de casa: mi mamá tenía una boutique de ropa y crecí entre trapos”, dice Ortiz. “Mi primera opción fue estudiar artes plásticas, pero no estaba muy segura. Por el modelaje me fui acercando al diseño de modas y la señora Norka me dio una beca luego de haber ganado el Miss Perú”, dice contenta, y de inmediato regresa a sus bosquejos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la moda se debe crear para asegurar un sitial en el mundo del diseño internacional que mejor que tener la , materia prima ,los colores,y un pasado tan variado y diverso como nuestra ancestral cultura inca donde regian variadas formas de texturas como ,el algodon, la lana de los animales vicuñas,alpacas,tintes naturales ,cuero y sobre todo tomendo en cuenta la region y los variados climas.

Unknown dijo...

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